¿DE QUÉ VA TODO ESTO?

Tras años mandando batallas a mis familiares y/o amigos, tras miles de intentos por mi parte de tener un sitio donde compartir mi humor corrosivo y ácido sin obtener frutos, tras rogar, pedir por las buenas, pedir por las malas, llorar y hacer todo lo que se me ha ocurrido... por fin he conseguido tener un blog! Preparaos...

LLUVIA DE TOMATE

Cuando mi padre trabajaba los miércoles solíamos comer juntos acompañados por mi marido. Uno cualquiera de esos días sucedió lo que narro a continuación.
Estábamos los tres sentados ya en nuestros puestos charlando tranquilamente. Viene el camarero y nos pregunta por la bebida que queremos tomar, a lo cual mis chicos contestan coca cola y yo, como siempre soy muy original, pedí un zumo de tomate. Aliñado o sin aliñar? Sin aliñar, gracias, con un poquito de sal…
Pasados unos minutos vuelve el camarero con su bandeja portando las bebidas pedidas. Nos las deja frente a cada uno. Le agradecemos y cada cual coge la suya.
Y ahí estaba yo, como siempre, dispuesta a liarla. Agarro mi botellita y pienso: voy a moverla bien porque si no se va a quedar todo en el fondo… tenía a Luis sentado a mi derecha, y a mi padre enfrente. En dos movimientos bruscos agito la botella de arriba abajo y… estaba tapada pero desenroscada! La que lié! A la ida (subiendo) le tiré a Luis un tercio del zumo encima, cara incluida, y a la vuelta al bajar el brazo le eché a mi padre al menos otro tercio del zumo por los pantalones. El tercio restante me lo eché yo por encima; se metió por el escote y me bajaba hasta por la tripa. A esto, el camarero que lo ve viene corriendo a nuestra mesa con la boca abierta, como sin saber qué decir, y me mira incrédulo. Parecía estar pensando: “Pero esta subnormal qué coño ha hecho?!?”.
Vinieron otros dos camareros con servilletas para intentar… ni lo sé, porque estaba todo lleno de tomate. Salpiqué un poco a los de la mesa de detrás, pero como eran dos enamoraditos no se dieron ni cuenta los tíos, y no iba yo a sacarles de su arrobo…
Nos lavamos unas cinco veces cada uno, yo incluso más porque era la más perjudicada. Luis, que iba de manga corta, se limpió y muy digno prosiguió. Mi padre se revolcaba sobre la mesa medio muerto de la risa con todas las perneras del pantalón mojadas de tomate. Y yo, bueno, yo tenía tomate por el pelo y todo! Lo que más asco daba era el olor a ensalada que llevábamos encima. Me pasé el día oliendo a vinagre a pesar de que según salí me compré ropa nueva, empujada por Luis que quizá debido a la costumbre ya no pierde nunca la templanza.
Moraleja: Si el camarero es subnormal, cambia de cafetería.

3 comentarios:

  1. Esto fue tal cual y he de añadir que el camarero dijo:"...es que lo dejé abierto, ya lo agité yo..." (algo así), lo que remató a Leticia y a Pedro para llorar de risa...padre e hija...inigualables. Por cierto trajo otro zumo de tomate, sin abrir.

    ResponderEliminar
  2. Y te dieron ganas todavia de tomar otro zumo de tomate???

    ResponderEliminar
  3. Conozco esa situación porque me pasó algo parecido. Recuerdo un viaje en el que estábamos alojadas en un hotel con el desayuno incluido, así que tan contentas bajamos a disfrutar del completo desayuno, con café, zumo, bollería y demás cosas ricas. El primer día fue Loló la que le dio una patada con efecto a la mesa, de manera que el café salpicó en un perímetro de medio metro todo alrededor (ya no era necesario mojar las galletas en el café). Resultado: camarera con fregona, ducha y cambio de ropa. Al día siguiente fue mi madre, que no sé qué demonios fue a hacer que derramó el zumo (doble) que se había puesto, tiñendo de naranja un perímetro similar. Resultado: camarera (cabreada) con fregona y trapos para empapar, ducha y cambio de ropa. Al tercer día bajamos a desayunar con impermeables.

    ResponderEliminar

Por si me quieres poner a parir o decirme que te ha encantado, whatever, nunca se sabe.