Esta página arranca ya con un hándicap. No lo voy a poder publicar hasta que esté de diez o catorce semanas, y eso para mi... puf! Es imposible! (Pues que conste que casi lo consigo, porque estoy en la semana nueve...).
Comencemos por el principio...
P.D.: ESTA PÁGINA SE LEE DESDE ABAJO... por comodidad, supongo. Las últimas fechas están arriba.
CAPÍTULO 3 (6/2/2013)
Por fin puedo estrenar esta página!
Llevo más de dos años, que se dice pronto, pensando cómo la iba a hacer, pero sigo sin tener ni idea.
Pretenderá ser como mi diario de a bordo, en el embarazo del que si Dios quiere será nuestro tercer hijo, porque si es niña me la tendrán que descambiar...
Llevo más de dos años, que se dice pronto, pensando cómo la iba a hacer, pero sigo sin tener ni idea.
Pretenderá ser como mi diario de a bordo, en el embarazo del que si Dios quiere será nuestro tercer hijo, porque si es niña me la tendrán que descambiar...
PRIMEROS DÍAS
Dado que Jaime, nuestro hijo pequeño, tiene ya cuatro años y medio, decir que llevaba esperando más de tres para recibir esta noticia es quedarme corta. De hecho, recurrimos a técnicas de reproducción asistida porque mis ovarios tienen tan mala leche como yo y no hacen lo que deben hacer, pero no funcionaron. El caso, es que este mes de Diciembre, y tras mucho sufrimiento, disgusto y desengaños, me di por vencida. Creo que la opción de in-vitro, a pesar de estar dispuesta a ella, es para casos más extremos que una mamá que ya tiene dos hijos y que objetivamente no tiene problema ginecológico alguno. Es lo que se denomina infertilidad de origen desconocido. Vamos, que no tienen ni idea de por qué no funciona. Así que decidí que se acababa el sufrir, porque tampoco era muy justo teniendo ya dos elementos como los que tenemos... Además, sólo dos tenía sus ventajas. Podíamos estar más libres, con Jaime ya casi autónomo como corresponde. Viajar sin muchos trastos ni limitaciones. Ir a UK más veces porque dispondríamos de más dinero... vamos, que hasta casi estaba feliz.
Pero claro, como soy la contradicción en persona... llegó el día D, y allí no bajaba nada de nada. Pero no me preocupé. De hecho creo que ni se lo mencioné a mi marido. Tenía los dolores típicos de esos días, que todas las señoras conocemos a la perfección. No podía ser. Encima, casi no había habido ni oportunidad, con todo el ajetreo navideño de por medio... Además, si no me quedo con dos ciclos de hormonas, no me voy a quedar así de fácilmente, razonaba yo muy segura. Pasó otra semana. Mis calambres abdominales seguían, amenazando con la regla como correspondía. Y yo, empecinada en que no me hacía el test porque no podía ser. Esto es muy raro en mi, la verdad, dado que con Luisete el día 28 ya me había hecho la prueba y estaba celebrándolo con mis somnolientos padres a las siete de la mañana... Y con Jaime fue peor, porque me la hice el día 27 y ya dio positivo...
El caso es que ya mi hermana empezaba a decirme que porqué no descartaba... Y yo a lo mío. Negada. De este me entero en la semana doce, porque paso de tirar más dinero en test de embarazos negativos!
Pasó otra semana, y reconozco que un poco, ya, me empezaba a preocupar que pudiera ser positivo. Pero no iba a dar mi brazo a torcer así de fácilmente... No quería ilusionarme de nuevo para llevarme otra decepción.
Total, que el sábado por la mañana me levanté tarde, porque últimamente disfrutamos mucho de lo mayores que están los niños que nos dejan dormir hasta las diez los fines de semana, y me dije, hasta aquí. Ahora mismo a por el test, y te lo haces.
Sabéis que tiene que ser con la primera orina y todo eso, así que ahí me fui yo a la farmacia, corriendo, para volver corriendo y hacérmelo... convencida, de verdad, de que era imposible.
Y fulminante! Dos rayitas rosas desde el principio! No tuve ni que esperar! Mira que ya es la tercera vez en la vida que me pasa, pues oye, creo que las tres he sentido la misma alegría y emoción, que no disminuyen por haberlas vivido anteriormente... Y la incredulidad, que me lleva siempre a repetirlo por si está mal.
Dado que Jaime, nuestro hijo pequeño, tiene ya cuatro años y medio, decir que llevaba esperando más de tres para recibir esta noticia es quedarme corta. De hecho, recurrimos a técnicas de reproducción asistida porque mis ovarios tienen tan mala leche como yo y no hacen lo que deben hacer, pero no funcionaron. El caso, es que este mes de Diciembre, y tras mucho sufrimiento, disgusto y desengaños, me di por vencida. Creo que la opción de in-vitro, a pesar de estar dispuesta a ella, es para casos más extremos que una mamá que ya tiene dos hijos y que objetivamente no tiene problema ginecológico alguno. Es lo que se denomina infertilidad de origen desconocido. Vamos, que no tienen ni idea de por qué no funciona. Así que decidí que se acababa el sufrir, porque tampoco era muy justo teniendo ya dos elementos como los que tenemos... Además, sólo dos tenía sus ventajas. Podíamos estar más libres, con Jaime ya casi autónomo como corresponde. Viajar sin muchos trastos ni limitaciones. Ir a UK más veces porque dispondríamos de más dinero... vamos, que hasta casi estaba feliz.
Pero claro, como soy la contradicción en persona... llegó el día D, y allí no bajaba nada de nada. Pero no me preocupé. De hecho creo que ni se lo mencioné a mi marido. Tenía los dolores típicos de esos días, que todas las señoras conocemos a la perfección. No podía ser. Encima, casi no había habido ni oportunidad, con todo el ajetreo navideño de por medio... Además, si no me quedo con dos ciclos de hormonas, no me voy a quedar así de fácilmente, razonaba yo muy segura. Pasó otra semana. Mis calambres abdominales seguían, amenazando con la regla como correspondía. Y yo, empecinada en que no me hacía el test porque no podía ser. Esto es muy raro en mi, la verdad, dado que con Luisete el día 28 ya me había hecho la prueba y estaba celebrándolo con mis somnolientos padres a las siete de la mañana... Y con Jaime fue peor, porque me la hice el día 27 y ya dio positivo...
El caso es que ya mi hermana empezaba a decirme que porqué no descartaba... Y yo a lo mío. Negada. De este me entero en la semana doce, porque paso de tirar más dinero en test de embarazos negativos!
Pasó otra semana, y reconozco que un poco, ya, me empezaba a preocupar que pudiera ser positivo. Pero no iba a dar mi brazo a torcer así de fácilmente... No quería ilusionarme de nuevo para llevarme otra decepción.
Total, que el sábado por la mañana me levanté tarde, porque últimamente disfrutamos mucho de lo mayores que están los niños que nos dejan dormir hasta las diez los fines de semana, y me dije, hasta aquí. Ahora mismo a por el test, y te lo haces.
Sabéis que tiene que ser con la primera orina y todo eso, así que ahí me fui yo a la farmacia, corriendo, para volver corriendo y hacérmelo... convencida, de verdad, de que era imposible.
Y fulminante! Dos rayitas rosas desde el principio! No tuve ni que esperar! Mira que ya es la tercera vez en la vida que me pasa, pues oye, creo que las tres he sentido la misma alegría y emoción, que no disminuyen por haberlas vivido anteriormente... Y la incredulidad, que me lleva siempre a repetirlo por si está mal.
PRIMERA VISITA AL GINECÓLOGO
A pesar de saber perfectamente que el latido del futuro bebé no se puede apreciar hasta la semana 8, por lo menos, yo quería ir y comprobar que todo estaba bien. Mi médico no me atendía hasta pasados quince días, por lo que me fui a urgencias, les expliqué lo que me sucedía y convencí a la doctora de que me hiciese la ecografía (lagrimillas incluidas), porque decía que no se iba a ver nada, que era muy pronto. Lo que hiciese falta para salirme con la mía. Y fue como ella dijo, se veía el embarazo pero aún no había latido. Esto quiere decir que el embarazo puede evolucionar y que aparezca el bebé, o acabar en una regla normal y corriente de forma que si no te has hecho el test, no te enteras de lo sucedido. Esto ya lo había vivido yo con Luisete, así que intenté armarme de paciencia y decirme a mí misma que si no sangraba, es que todo iba bien. Sólo habría que esperar dos semanas y estaría el latido... pero el miedo es libre, ya se sabe.
A los dos días, como no podía ser menos, manché un poco. No me asusté mucho, la verdad, porque podía ser el sangrado de implantación, así que en consenso con mi marido, decidí no hacer nada. Al día siguiente, y en contra de mi marido, me fui a mi ginecólogo sin avisar y se lo conté. Esperaba que me dijese que no era nada y que hiciera vida normal, pues no es un médico alarmista, pero cual fue mi sorpresa cuando me dijo que debía quedarme en casa y hacer reposo relativo hasta que dejase de manchar. Eso significaba que no era ninguna bobada...
Por suerte ya habían pasado dos días, y venía el fin de semana, así que me tiré en el sofá, y esperé. Al principio tenía mucho miedo, claro, pero a medida que pasaron las horas y ya no manchaba, me fui tranquilizando.
Ya sólo tenía que esperar once días, y el médico me confirmaría que todo estaba estupendo.
SEGUNDA "PRIMERA" VISITA AL GINECÓLOGO
Pacientemente esperé hasta el día D... Tuve ganas mil veces de ir al hospital a que mirasen si ya había o no latido, pero haciendo acopio de todas mis fuerzas, conseguí aguantar hasta la consulta.
Llegamos con treinta minutos de antelación, porque los dos estábamos ya como locos por saber si estaba todo bien. Cada uno teníamos nuestro miedo. El mío era, tan sólo, que no hubiese latido. El de mi marido es mucho más rico y variado en matices. Forma, velocidad, tamaño, tamaño del cráneo, etc., etc.
Por fin la enfermera nos llamó. Entramos los dos contentos, ansiosos... deseando que nos dijesen que iba todo bien.
El médico me mandó a la mesa de exploración, y me hizo la eco.... Y ahí estaba mi bebé! Su corazón latiendo fuerte y rápido, como el trote de un caballo desbocado. Qué sonido más alucinante!
Todo estaba perfectamente normal. Gestación de ocho semanas! Así que allá vamos, a por el tercero, con ayuda de Dios!
Pacientemente esperé hasta el día D... Tuve ganas mil veces de ir al hospital a que mirasen si ya había o no latido, pero haciendo acopio de todas mis fuerzas, conseguí aguantar hasta la consulta.
Llegamos con treinta minutos de antelación, porque los dos estábamos ya como locos por saber si estaba todo bien. Cada uno teníamos nuestro miedo. El mío era, tan sólo, que no hubiese latido. El de mi marido es mucho más rico y variado en matices. Forma, velocidad, tamaño, tamaño del cráneo, etc., etc.
Por fin la enfermera nos llamó. Entramos los dos contentos, ansiosos... deseando que nos dijesen que iba todo bien.
El médico me mandó a la mesa de exploración, y me hizo la eco.... Y ahí estaba mi bebé! Su corazón latiendo fuerte y rápido, como el trote de un caballo desbocado. Qué sonido más alucinante!
Todo estaba perfectamente normal. Gestación de ocho semanas! Así que allá vamos, a por el tercero, con ayuda de Dios!
ENDOCRINO
Esta ha sido la "putada". Me han llevado por las orejas a mi endocrina preferida, con la que perdí una tonelada el año pasado, a decirle que no sólo había recuperado mi tonelada, sino otra media más. Y encima estoy en estado!
Me ha puesto una dieta criminal. No sé cómo voy a poder sobrevivir otros ocho meses comiendo tan poquito... y sin azúcar! Yo, sin azúcar! Francamente, esto va a ser un poco más duro de lo que esperaba...
FUTUROS HERMANOS
Poder compartir este embarazo con mis chicos, es una de las cosas que más ilusión me hacen. Luisete, de 7 años, se puso como loco de contento cuando se lo contamos. Creo que su cara de incredulidad no se me olvidará... Llevaba, según él, mucho tiempo pidiéndoselo a Dios. El pequeño, Jaime, de 4 años, parecía que no se enteraba de mucho... hasta que de pronto empezó a preguntar que cuando lo sacaban... Luego nos dijo que quería que le llamásemos Sónic! Lo que me faltaba! Otro polvorilla como él...
Estos días estamos viendo de forma repetitiva, como corresponde a los niños, el capítulo de Érase una vez la Vida relativo al Embarazo. Debo decir que me parece muy aburrido comparándolo con otros de esta misma serie. Ahora bien, a los niños les encanta. Luisete me dice, mamá, ya llevamos 56 días, no? Vamos por aquí! (Los dibujos que correspondan) Ya sólo faltan 224! Entonces Jaime, que ha cambiado de profesora estos días porque la suya ha sido mamá, le explica al mayor: "Mira, aún le falta toda la barriga (y pone las manos delante haciendo una barriga gigantesca). Loreto tenía una tripa así de enorme cuando se fue a por el bebé!" Me sorprende lo perceptivos que son.
Jaime lo que quiere es ir a ver cómo le sacan, pues son conscientes de que a mí me los sacan por la tripa, por la "cremallera", como llamamos cariñosamente a mi cicatriz de las dos cesáreas... Dice que la sangre no le importa, y que como ya le he explicado cómo te anestesian para que no duela, pues quiere saber cómo me van a tapar el agujero!
Esta experiencia promete...
CAPÍTULO 2 (Enero 2012)
El parto de Jaime fue totalmente distinto.
Mi médico me dijo que casi seguro sería cesárea, pero como yo quería intentar parir por las buenas, no quería que me lo indujesen. Quería parir por abajo porque quería tener muchos más niños y las cesáreas te limitan a tres partos, y si el médico es atrevido, y el útero ha pegado bien, a cuatro. Así que yo, con todas mis ganas, me puse de parto por la noche, un sábado... Ingresé con contracciones. Perfectamente adecuado. Y allá pasé toooooda la noche con los dolores de la dilatación, como cualquier otra mujer pariendo. Ya a primera hora de la mañana, entró la enfermera y me dijo que me iban a poner oxitocina, para ayudar. Cuando me exploró, me dijo: "Nada, ni siquiera has borrado el cuello del útero!" Pero yo no quería cesárea, no me iba a rendir tan pronto... seguimos esperando, con más oxitocina. A las once ya, llegó el médico y tras mirarme, y sin haber dilatado nada de nada, dijo que ya no se podía esperar más, que íbamos a hacer una cesárea y listo. Yo me fui con él llorando, pero no había otro remedio. Eso si, como con la epidural me había ido tan mal, íbamos a poner bulborraquídea. Debo aclarar que el médico que trajo a mis niños al mundo no es el mismo que me trata habitualmente, sino el que atiende en el hospital donde fui a dar a luz. Para el tercero me voy a La Zarzuela, a ver si me atiende Cristóbal...
Bueno, me meten al quirófano y aparece el anestesista (muy guapo, por cierto)... "Lo primero te voy a coger la vía en la mano,vale?" Le doy la mano, coge la aguja, me pincha... "Uy, te he traspasado la vena, perdona! Lo hago de nuevo, no te preocupes, esto es normal. Te dejo la aguja y te la quito ahora, vale?" Yo puse cara de póquer y... ZAS! "Espera, es que tienes las venas tan finas que esta también la he traspasado! Dame la otra mano, a ver si se me da mejor... luego te quito las agujas". Ya no tenía cara de pócquer, estaba literalmente acojonada. Si no me pinchaba bien en las venas de las manos, cómo me iba a pinchar entre las vértebras?!? En fin, le doy la otra mano y... ZAS! Otro traspaso! Yo me miraba una mano, con dos agujas clavadas, la otra, con otra aguja... y me daban unos sudores... "A ver, vamos a probar por el otro lado..." Al final, a la cuarta o la quinta, ya ni me acuerdo, me cogió la dichosa vía. Creo que yo tenía ya los ojos como platos. Yo no sabía si salir corriendo a mi casa, coger el cuchillo jamonero y sacarme yo misma a Jaime después de beberme una botella de tequila, como en las películas...
Bueno, el caso es que la bulborraquídea, que se pone igual que la epidural, me la puso genial, a pesar de todo. Y en un segundo me tuve que tumbar porque se me durmieron las piernas, pero a base de bien.
Recuerdo que ya, mucho más tranquila y tumbada, miré al anestesista y le dije: "Me avisas cuando vayan a empezar a cortar, por favor?" Me mira, me sonríe, y me dice: "Mira, si están sacando al niño". Yo miré para abajo, el médico y las enfermeras con la mascarilla, que sólo deja que les veas los ojos perfectamente concentrados en su trabajo... y de pronto, sin un solo dolor, veo que levanta una bola rosa-morada con un tubo colgando, que grita a pleno pulmón, todo envuelto en la grasita esa asquerosita... pero tan bonito... qué linto era! Qué sensación, tras llevarle dentro nueve meses, con esas patadas que me pegaba este animal, porque Jaime es un borriquito con todas las letras, tanto tiempo queriendo verle la carita... y allí estaba, en manos del médico, gritando todo lo que le dejaban sus diminutos pulmones y moviendo las manitas como un pollito que fuese a echar a volar! Lo envolvieron en un trapo, y me lo pusieron entre el pecho y la cara. Ah! A este si que pude cogerle, besarle, olerle... qué increíble es! Qué calentitos está! Qué bonitos son! Qué emocionante... ni con toda mi capacidad expresiva sería capaz de transmitir la felicidad, el alivio, y sobre todo, el amor que explota en ese momento en una mamá. Ya no hay otra cosa más que tu bolita calentita y llorona... se te olvida el dolor, el miedo, el médico y cía... sólo está él, con esos ojazos negros desenfocados, levantando ya el cuello y mirándome...
Mucho mejor esta vez. Claro, qque los famosos entuertos son de verdad... cuando se me pasó la anestesia y empezó a doler de verdad, casi me muero! En fin, hasta me dio una bajada de tensión y todo... aunque a mi, tras dar a luz, lo que me duele son las clavículas como si me las estuviesen arrancando, no sé porqué.
Bueno, pues en este parto, lo que me pasó fue que al ir a la revisión un mes después de dar a luz, a mi me dolía al vaciar la vejiga, pero me dijeron que me estaba recolocando por dentro, y por eso dolía... Cristóbal estaba de vacaciones. Y entonces me hicieron una eco, y aparece un "coso" de nueve centímetros al que llaman hematoma! Es que me había desangrado por dentro, y allá se había ido la sangre de mi cuerpo, a esa megabolsa, que tenía nueve centímetros de diámetro ya un mes después del evento! Claro, por eso me tuvieron que poner dos bolsas de sangre! Porque en esta ocasión me tuvieron que hacer una trasfusión a pesar de que el médico no se explicaba porqué, ya que no había sangrado mucho en el parto... por fuera, claro!
Y a los sangrados de la regla, porque me bajó matemáticamente a los 28 días, tuve que añadir que no paré de sangrar hasta que Jaime tuvo ya cuatro mesecitos... tuve la cuatro-rentena!
Y por supuesto, depresión postparto de nuevo, con toda su maldad. Sólo que esta vez ya nos conocíamos y aunque me hizo polvo, no me daba tanto miedo. Ya tenía a mis dos chicos conmigo, y no se necesita mucho más para tener fuerzas para tirar del carro, verdad?!?
He resumido mucho la bajada de tensión y el sangrado, pero creedme que fueron también capítulos de los que podría disertar unas cuantas líneas, pero ya no me apetece narrar más penurias.
El problema que dejaron estos segundos sucesos, fue que tanto a mi marido como a mis padres se les ponen los pelos de punta cada vez que hablo de tener otro niño. No entienden las ganas que tengo de ir a por otro, pero es que... bueno, no lo sé yo tampoco. Es más fuerte que yo. QUIERO OTRO!
CAPÍTULO 1 (Junio 2011)
Luisete tardó casi tres añitos en llegar. Un horror! Yo iba a mi ginecólogo de por entonces, desesperada. Como tantas mujeres hoy en día... "Usted no tiene nada. Todo está perfecto. No se queda embarazada porque está obsesionada..." Y una mierda! (Con perdón). Cuantas veces habré tenido que soportar esta falacia, y morderme la lengua. Un día que Luis, a Dios gracias, me acompañó a este doctor, lloré tanto de rabia e impotencia viendo que no me ayudaba en absoluto, y viendo que este "señor" me hablaba ya como si fuese yo una histérica, que no me quedaba en estado por pesada, se enfadó. MENOS MAL! Salió de la consulta indignado. Y de ese cabreo, salió nuestra solución y mi milagro mayor (el que más años tiene, claro, qué pensábais), Luisete!
Tomamos la decisión de cambiar de médico, y una muy buena amiga, que me prestaba oídos a las lamentaciones de esos aciagos días, me recomendó a mi ginecólogo, Ignacio Cristóbal. Ya en la primera visita, me hicieron una ecografía, y la primera en la frente: Endometrioma de seis centímetros en el ovario izquierdo! Era tan grande, que el otro idiota, porque no tengo otra palabra, lo confundía con la vejiga de la orina, y con ese "regalito" era casi un milagro quedar en estado. Además era peligroso.
Un endometrioma es una bolsa de sangre, que se produce porque... no se sabe por qué! Pero es que no podía ser de otra forma conmigo. En definitiva consiste en que células del endometrio, capa que cubre el interior del útero, migran fuera del útero (en mi caso estaban pegadas al ovario), y como todos los meses, con la regla estas células son las que sangran, pues sangraban, y se forma una bolsa de sangre porque no tiene por dónde salir. Es una causa muy común de infertilidad en las mujeres. También se llama quiste de chocolate... JAJAJAJA! Ahora que lo pienso...
Me tuvieron que operar, claro... fue muy curioso. Perdí el anillo de casada justo antes de bajar a quirófano, y podréis imaginar lo que pensé: SEÑAL DE QUE PALMO SEGURO! No me dio tiempo a tener miedo de la operación con la que montamos hasta que apareció el puñetero anillo...Creo sospechar cómo se formó esta bolsa de sangre. Veréis. Yo me confirmé cuando llevaba casada ya tres años, más o menos. Fue una gran experiencia, porque tuve la oportunidad de elegir y pedir de una forma muy consciente este Sacramento. El caso es que nos confirmaron un miércoles, en la misa de la tarde. El cura, en un momento determinado, nos preguntó el porqué de nuestro interés en hacer LA CONFIRMACIÓN. Yo contesté algo así como que al querer formar una familia tenía mucho interés en educar a nuestros hijos en la fé, y siendo consecuente con esto, necesitaba ratificarme, confirmarme en mis creencias. Quería educar a mis hijos como buenos cristianos. Y entonces, el cura dijo mirando a todas las personas que había en la iglesia, que eran muchas porque las que nos confirmábamos éramos varias... "Pidamos a nuestro Señor para que esta mujer tenga muchos hijos a los que educar en la fé"... y claro, todos a la vez, "te lo pedimos, Señor" y me hizo el ovario: POF! Sobrecarga... Quiste! Por bestia, como siempre...
Fuera de bromas, fue muy duro para mi, porque el verano anterior a quedarme yo en estado, se quedaron cuatro de mis primas a la vez, y yo lo pasaba fatal, viéndome sin niño... y Luis debía estar el pobre hasta las narices de soportarme!
Bueno, me operaron y en dos meses quedé en estado! Creo que el día en que por fin un predictor me dio positivo, fue uno de los más felices de mi vida! Saqué a mis padres de la cama a las siete de la mañana en plenas vacaciones de agosto en Cádiz! Madre mía! Qué ilusión nos hizo!
En fin, nueve meses después, llegó mi primer animalito salvaje. No creo que haya en la vida nada comparable a tener hijos. Sé que muchos no lo ven así, y yo lo respeto, porque traen muchas cosas geniales, pero también muchas cosas malas. El que diga lo contrario, o miente, o no cría en persona a sus hijos. Yo padecí una cesárea, tras doce horas de no dilatar más allá de los cuatro centímetros. Me pincharon fatal la epidural, porque a pesar de que te digan que no te muevas, y haya mujeres que logren no moverse, yo me moví. Y me pinchó algo así como la "duramadre", o similar. No lo sé. Salió un chorretón de algo, que yo oí caer en el suelo, chof, y el médico empezó a soltar improperios... pidió a la enfermera que me sacase sangre, luego me dijo que me iba a hacer un sellado con mi propia sangre, y me dejó en la sala, esperando. Qué minutos tan largos! Yo escuchaba el latido de mi bebé, tacatacatacataca... y me consolaba pensando en que en unos momentos le tendría conmigo, tacatacatacataca... y de pronto, taca-taca-taca--taca... y yo pensé, mejor, eso es que se está relajando. Por allí no venía nadie. Seguí tumbada un buen rato, escuchando, intentando relajarme. Pasó lo que calculo que fue la media hora más larga de mi vida, sujeta de medio lado, con parte de mi cuerpo adormecido, dándome unos tiritones tremendos, que yo achaqué al frío pero que luego me dijeron que no era así... y entró Luis. Pensábamos que iba a ser parto natural, claro. Me tranquilizó un poco, me limpió las lágrimas, intentó que se me pasara el susto... y al final, llegó la enfermera. Me mira, y me dice que he dilatado un poco, pero casi nada más. Que seguimos esperando. Entonces, cuando ya se iba, le digo: "El latido del niño ha aflojado un poco, eso es que se ha dormido, no?" Se para, me mira, y me dice "No, no creo, te habrá parecido..." y se va al rollo de papel que colgaba del cacharro que monitorizaba a Luisete. Lo mira, coge el teléfono, marca a alguien, y dice: "Esto no puede seguir así, este niño no puede nacer y hay que sacarlo ya! Dile al doctor que suba rápido que la preparo y la meto". Echaron a Luis, y en menos que lo cuento estaba ya en la sala de partos, con el doctor cogiendo el cuchillo. Eso si, la enfermera, al rasurarme se cortó y todo! Total, que el médico empieza a cortar y... horror! Me dolió desde que empezó!
El anestesista, cuando yo le decía que me dolía, me pellizcaba al lado de una teta y me decía: "No, no puede ser, a que no sientes esto?" Y no lo sentía, pero juro que cada vez que me cortaron, cada vez que rasgaron mis músculos o el útero, que lo desgarran a tirones porque por lo visto así cierra mejor después, cada vez que me hicieron algo, a mi me dolió muchísimo. El médico decía: "Pero porqué coño no la duermes ya?!?" Y el otro contestaba: "No, no puede ser. Ha desayunado y no puede ser". Y a mi me susurraba al oído: "Calma, mi amor, ahora va a nacer tu bebé"... Igualito que yo me lo había imaginado... Yo pensaba: "Tengo que aguantar. Un poco más y listo. Me sacan a Luisete y ya se me pasará", y le decía al médico: "Por favor, termine ya, no puedo más, me duele mucho". Creo que lloraba y todo. La verdad es que lo tengo todo como en una pesadilla. Sólo recuerdo las ganas que tenía de que me sacasen al puto niño y me dejaran en paz. Qué dolor! En algún momento empezaron a darme como escalofríos pero muy fuertes, convulsiones, supongo, y me decían que me estuviese quieta, pero no podía parar de temblar, ni tranquilizarme, ni nada. Mi cuerpo como que iba por libre! Luego se terminó todo, el doctor hizo algo y vi que la enfermera cogía un bulto y lo envolvía, acercándomelo para que lo cogiese, pero yo estaba tan horrorizada y era tan incapaz de sentir o de hacer otra cosa que no fuese sujetarme a la camilla, que sólo acerté a darle un beso y a pedir que se lo llevasen por favor a su padre y terminaran conmigo. De verdad que fue tal y como lo cuento. No exagero nada de nada. Yo me siento como si me hubiesen robado ese momento de felicidad en el que te sacan al niño, le ves la carita... no recuerdo nada bonito de aquello. Luego ya si, pasado un ratito, el médico cosió, las enfermeras me limpiaron, oí que contaban el instrumental y les faltaba una pinza. Se me pusieron los pelos de punta pensando que me la podían haber dejado dentro y me tenían que abrir para buscarla! Pero no, estaba por allí porque al contar por segunda o tercera vez ya sí que apareció. Luego me iban a cambiar a la camilla desde la mesa, pero yo ya estaba tan feliz de que hubiesen terminado, que me cambié por mí misma... no se me durmió casi nada, de eso estoy segura. El médico, más tarde, nos contó que él quíso que me durmieran, pero que no pudo esperar porque el niño tenía sufrimiento fetal y había que sacarlo lo más rápido posible. Traía una vuelta de cordón y por eso no podía salir. Siempre ha sido un poco torpe, este niño mío... Me sacaron del quirófano, y ya pasadas las puertas, veo a Luis y creo que le grité: "YA PUEDES DISFRUTAR ESTE NIÑO PORQUE NO PIENSO TENER NI UNO MÁS!" JAJAJAJAJAJAJAJA! Qué estupidez! Yo recuerdo que mi suegra, más tarde, me decía: "No digas eso, porque se te pasará y querrás más". Yo pensaba: "Ni de coña! Y para que no se me olvide, lo escribo!". Qué razón tenía Marisa! Qué impresión me dio ver a mi niño! Qué precioso era! Nunca he visto nada tan bonito como mis niños al nacer.... bolitas... pelito negro, ojos negros tremendos, las manitas con esos deditos pequeñitos, lo calentitos que están... yo me lo planté encima, y aún no me lo he sacado... mi niño!
No sólo se me pasó, sino que quise con todo mi corazón tener a Jaime, y quiero tener al menos otro más, y si puedo un cuarto. Dependerá de cómo quede mi útero tras la tercera cesárea...
Ahora mismo tengo ya una cara de boba, con una sonrisa beatífica tremenda de pensar en coger al que venga! Madre mía, otro niño! Dios! Qué cosa tan extraña...
Me recuperé muy bien del parto, la verdad. Todo lo malo que fue para sufrirlo, en una semana estaba paseando por el parque con el cochecito.
El problema vino algo después, porque no sé cómo, aún con todos mis sueños cumplidos y ya recuperada, llegó una depresión postparto que me enseñó a perder el miedo a la muerte, pues hay cosas en la vida que pueden dar tanto, pero tanto miedo, que estar muerto no puede ser peor. Prefiero veinte cesáreas más antes que otra depresión. De hecho, la cesárea no me llevó a dudar de tener otro niño ni un sólo segundo, pero la depresión... esa si. Me tuvo traumatizada por un año entero! Luego ya no. Ni con todas las cesáreas, ni con todas las depresiones, me iba yo a quedar sin otro niño como mi Luisete! Esta vida no está echa para ser cobarde...
Para quedarme embarazada de Jaime, tardamos casi tres años. Uno y medio con la depresión, nueve meses intentándolo por las buenas y pidiendo al médico que me diese algo para quedarme, una mentirijilla de que llevábamos quince meses y el mes de tratamiento hormonal pinchado. Nueve meses y setecientos euros después: JAIME! Precioso. Tan bonito y redondito como su hermano! Bueno, este más que casi pesó cuatro kilitos... ya salió berreando, el tío, antes de cortar el cordón! JAJAJAJAJA! Cómo se puede querer tanto a algo que te causa tanto dolor al nacer?!? Es inexplicabe. Qué ganas tengo de tener otro niño! Y eso se lo debo a mis enanos, que son, con mucho, los que tiran de mi cada día...