¿DE QUÉ VA TODO ESTO?

Tras años mandando batallas a mis familiares y/o amigos, tras miles de intentos por mi parte de tener un sitio donde compartir mi humor corrosivo y ácido sin obtener frutos, tras rogar, pedir por las buenas, pedir por las malas, llorar y hacer todo lo que se me ha ocurrido... por fin he conseguido tener un blog! Preparaos...

LA PERRITA FIFFÍ

Érase una vez, que se era, una perrita Fiffí.
Fiffí era pequeñaja y muy pizpireta, y ladraba... como todos los perritos pequeños, con pequeños grititos que te rompen el tímpano. Tenía además un poco de mala leche, como todos los perritos pequeños. Supongo también que cuando Filemón la sacaba a la calle a pasear, hacía caquitas pequeñas, como todos los perritos pequeños. Era Fiffí, en fin, un animal en estado de beatitud canina, como todos los perritos pequeños a los que sus amos malcrían y miman.
Adjunto foto de Jimmi, nombre real del perrito de Fernando.

R.I.P.

Hecha pues la introducción a la historia que quiero narrar, procedo a aclarar que he pedido permiso al dueño del chucho para contar lo que fue el accidente fatal que acabó, no sé si cruelmente, con la vida del bicho, la perrita Fiffí (nombre imaginario, para que Fer no se enfade conmigo...).
Creo que me he reído muchas veces en mi vida. Tengo la risa fácil, cuando no la tengo difícil, cosa que sucede muy a menudo. Pero es que pocas veces me he reído hasta casi llorar, como con la historia de Fiffí.
Resulta que Fiffí vivía con Filemón, y Filemón se iba de vacaciones. Veraneaba ese año en la costa del Mediterráneo, sitio bastante adecuado para el descanso estival.
Bueno, Filemón se alojaba en la cuarta planta de un edificio en el pueblo de Sabediós. Sabediós pertenece a la Comunidad Valenciana, famosa donde las haya por sus paellas y arroces, por la fideuá, por el agua de Valencia (mmmmmm...), por las Procesiones de Semana Santa, por las Fallas... vamos, que es un sitio la mar de popular.
Conocido es también la pasión de que desarrollan los lugareños desde bien temprana edad por todo el asunto pirotécnico en cuestión. No lo soporto. Cómo se puede sentir felicidad por el hecho de hacer estallar miles de petardos? Aún los fuegos artificiales te regalan la vista, pero decir que las tracas te regalan el oído... eso ya si que no!
Es muy emocionante eso de abrasarse... "mola que te cagas".
Tengo un recuero lleno de verdadero terror en Carabaña, pueblo al que acudimos la familia con bastante regularidad, durante sus fiestas patronales cuando era yo mocita. Veíamos "la pólvora" (la noche del 13 de Septiembre)  lo más lejos posible, y una vez que me acerqué demasiado, se me quemó la espalda con las chispas, mi camisa nueva... genial! Miraba siempre al cielo con los ojos cerrados, por miedo a que una de dos, se me quemase la córnea con una llama errante, o se me saltase un ojo por culpa de uno de esos palos a los que van atados los petardos, que tienen la mala costumbre de dejarse "atraer" por la gravedad. Y me tapaba los oídos, porque había mucho ruido. Ahora que lo pienso, no sé a qué coño iba yo a ver la pólvora... Luego venía "el toro de fuego", y aquí la diversión aumentaba. Un tío se pone un cartón, con forma de toro y unos cuernos, que lleva unas cosas que se llaman "correpiés", que vienen a ser unos petardos con una mecha que avanzan en linea recta con algunos quiebros impredecibles, echando chispas a su paso, y con un estallido final. El señor se mete bajo el cartón, se prende fuego, y sin ver demasiado, echa a correr por la Plaza Mayor detrás de todo el que puede. Si te quema, mejor. Yo me ponía con mi tía en lo alto de una cuesta en un callejón que parte de dicha plaza, y la emoción estaba en que el toro enfilara hacia el callejón, todo el mundo saliese corriendo hacia arriba, con la lengua afuera y chillando como si les estuviesen degollando en San Martín. A mi se me salía el corazón por la garganta del susto que me daba, corría, corría y corría, y luego me asustaba porque me había perdido de mi tía. Insisto, qué coño me gustaría a mi de las fiestas?!? Y lo mejor... lo mejor era la noche. Esa noche, después del baile, se echaban a la calle todos aquellos que querían ser quemados. Pasabas horas oyendose las explosiones. Se quemaban los unos a los otros... era divertidísimo! Al día siguiente, después de toda la noche sin dormir, unos por el susto, otros por las carreras, y muchos por los petardazos, entre chocolate con churros y chocolate con churros, se enseñaban las ampollas que se habían ganado durante la batalla. Recuerdo una ampolla en la mano de Luis... me dan escalofríos y todo... Ah! Y otra en el culo de un chico, que terminó tumbado boca abajo en un sofá, con el cachete al aire a través del agujero que se le había hecho en los pantalones, (su madre estaría feliz), y con un trozo de jamón serrano porque otro había dicho que así se "regeneraba" la piel. Alucinante, no?
A ver, que me desvío.
Habíamos dejado a Fiffí veraneando con Filemón a las orillas del Mediterráneo, cuando una tarde, en la tranquilidad hogareña, apreciando la brisa del mar, se oyeron los típicos estallidos de una traca levantina. Filemón, sentado en un sillón, de cara a la terraza, ve, como en una nebulosa, a Fiffí, que empieza a ladrar (siempre me lo he imaginado a cámara lenta), se arranca a correr hacia la puerta del balcón, toma impulso, y salta al vacío ladrando ferozmente, a vete a saber qué cosa! Y oye, bajó los cuatro pisos ladrando, para ir a dar con sus huesos caninos en el piso, ante el pasmo, alucine y desolación de su amo, que allá por las alturas se preguntaba qué coño había pasado y qué habría sido de Fiffí, que claro, ya no ladraba más.
Filemón quedó desolado.
Pero qué me decís de los pobres transeúntes, que paseando por la calle ven bajar, a toda velocidad, un puñado de pelos ladrando ferozmante y estampándose a un metro de ellos?!? Miran entonces hacia arriba, y ven a Filemón, asomado a la ventana, gritando "Fiffí, Fiffí, Fiffí!!!!?"
En fin, Fiffí, descansa en paz.
Fernando, espero haberle hecho justicia al accidente en cuestión y que quede aquí un digno epitafio para Jimmy, que seguro, era "la bomba"...
Me gustaría añadir, y como testigos de la veracidad del asunto menciono a mi prima Eva y a su marido, que una vez en las fiestas metimos un petardo debajo de un bidón de cerveza del bar que había al lado de nuestra peña, para ver cuán alto llegaba... madre mía lo que subió! Parecía el Sputnik! Si alguno de mis hijos hace eso...

2 comentarios:

  1. No me lo creo lo de la perra....

    Silvia

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  2. A ver, el aire de las islas parece que adormece los sentidos...
    Era un perro, Jimmy, y aunque no lo vi, Fernando lo cuenta como de verdad. Pregúntale a él. Yo no podía parar de reirme el día que me lo contó!
    (Crueldad, lo sé...)

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Por si me quieres poner a parir o decirme que te ha encantado, whatever, nunca se sabe.