¿DE QUÉ VA TODO ESTO?

Tras años mandando batallas a mis familiares y/o amigos, tras miles de intentos por mi parte de tener un sitio donde compartir mi humor corrosivo y ácido sin obtener frutos, tras rogar, pedir por las buenas, pedir por las malas, llorar y hacer todo lo que se me ha ocurrido... por fin he conseguido tener un blog! Preparaos...

EL ABUELO ES INVENTOR

Llegados a este cúmulo de informes, hemos alcanzado el momento de presentar al abuelo. Esto arrojará un poco de luz al porqué de mi... hiperactividad mental? Mi padre. No creo que se enfade porque le dedique un post al museo de "inventos" que tenemos en Carabaña. De hecho, cuando se muera pienso abrir las puertas a los psicólogos que quieran estudiarlos. Más bien a los psiquiatras, porque los primeros no darán a basto...
Mi padre es Ingeniero. Pero de los de verdad, es decir, de los que van por la vida calculando cosas.
Decir que adora las matemáticas o el cálculo no sé si es muy acertado, pero de pequeña uno de mis juegos favoritos era batir el récord de multiplicaciones por minuto. Actualmente me resulta muy divertido hacer una carrera de Sudokus con él, pero como siempre le gano, no se deja retar. (Toma ya! En Guardamar te vas a enterar, papá!)
Decía lo del cálculo por varios motivos.
Tengo unas primas gemelas que aún recuerdan con horror a mi padre y sus exámenes de matemáticas. Dicen que siempre que les veía, les ponía un problema. Y lo malo es que es verdad. Aunque a mi eso siempre me ha gustado...
Para mejorar su golf, está calculando cada dos por tres la inclinación que debe llevar el palo al golpear la bola. Y la resistencia que ésta ofrece al aire con sus hoyitos. Lleva un cuadernillo encima siempre en el que anota todo, para hacer estadísticas y ver si progresa. Puedo dar fé de haberle visto anotar el monitoreo del corazón de mi abuela una tarde...
Hacer "porras" en los partidos, por supuesto, es una de sus pasiones. Organizaba cada una en la oficina...
Otro de sus pasmosos cálculos lo descubrí un día, al llegar a Carabaña. De pronto veo un cedro bastante alto y bonito, por cierto, al que le había puesto un tensor a una ventana de la casa por un lado, y otro al suelo en el extremo opuesto. Interpelado mi progenitor por estos refuerzos a la fuerza de la naturaleza, va y me dice: "Pues he mirado el régimen de vientos aquí en Carabaña (¿¿¿????) y casi siempre sopla del este al oeste, así que le he puesto el cable para sujetarlo". Sujetar un cedro?!? Y claro, el cedro debía estar feliz con ese suplemento que le habían proporcionado, pero un día de tormenta, desde el cielo, Meteo vió este sacrilegio y dijo, Pedro, te vas a cagar! Mandó un rayo con su trueno correspondiente al cedro, y por el cedro corrió la electricidad a través del precioso cable hasta la reja de la ventana al que estaba atado, y de ahí a la red eléctrica de la casa. Debió parece aquello un "puticlub", con perdón, o un pino de Navidad de esos que se encienden y apagan continuamente. A Dios gracias que no estábamos en la casa en el momento en cuestión. Tengo entendido que pegó tal pedo, que en el pueblo pensaron que había sido una bomba. Bueno... y la reja... la reja (de redondos del 32, que la vena ingenieril no falte) casi se arrancó del muro de la casa, haciendo un boquete de palmo y medio de diámetro.
Otro? Bueno, pues otro día, y también en Carabaña porque debe de ser donde nadie le ve, mi padre miraba pájaros. Es una de sus aficiones, la ornitología. Y entonces, en uno de esos momentos de mortal aburrimiento porque escucharles, pase, pero mirarles... si sólo vuelan o dan saltitos, son de colores muy chulos, pero para mirarlos horas... no sé, a mi no me da! Bueno, pues se le ocurrió que los pájaros tenían que tener un sitio especial donde beber agua y posarse para poder ser observados por él. Entonces, se fue al cerrajero, que debe adorar a mi padre cuando le ve entrar por la puerta de la tienda (pensará, qué gilipollez se le ha ocurrido a Don Pedro hoy?), bien, pues decía se fue a verle y le encargó un báculo de acero de... veinte metros de altura, con una plataforma cónica invertida en la parte superior, pintada toda de verde para que los pájaros la confundieran con un árbol, y con un grifo por el interior que subiese agua hasta este lago natural... Los pájaros se descojonaban. No iba ni uno! No sé si un día vio uno, y porque era tonto, el pobre. Pasaban por allí y se reían a gritos, por un lado decían, qué se pensaran estos humanos que nos pintan de verde un palo? Y qué coño hace el agua a veinte metros del suelo? Yo no bebo ahí ni loco! Desde entonces en nuestra finca de Carabaña tenemos un "obelisco". No vamos a ser menos que el alcalde de "Madriz", eh?
Un día, paseando por el bosque, íbamos tan tranquilos con los niños. Jaime iba en un carrito. El carrito le parecía a mi padre un tanto incómodo, porque según él , las ruedas eran demasiado pequeñas y el cochecito poco manejable. Bueno, pues allá que se fue a su cerrajero favorito y le encargó una cosa que era una "U" invertida con una rueda de carretilla en cada pata, y un asiento de madera en el medio. De unos ochenta centímetros de ancho. Lo recogió, y tooooda la semana los niños esperando para ir a ver el "empujanietos" del abuelo a Carabaña. Arrancamos con los dos niños subidos y la primera en la frente, si lo sueltas, los niños quedan aplastados contra el suelo a la altura de la cabeza porque irremediablemente y debido a la gravedad, se van hacia adelante. La segunda... Lo que pesa! Lo movimos unos trescientos metros, y allá que lo dejamos escondido detrás de un pino, porque aquello no había quien lo empujase. Ni por lo llanito del canimo! Había que moverlo entre dos personas, y ni por esas. Eso si, los niños cuando van ahí, van que te cagas!
Otro muy bueno fue "el antiprunnus". Tenemos un Prunnus precioso en Carabaña, junto a la piscina, que tiene muchísima frondosidad. Es verdaderamente espectacular. Bueno, era. Un día mi padre decidió que no le daba el sol en la parte central del tronco y cortó una de las ramas del centro. Lo descojonó, por supuesto. No volvió a ser el mismo. Cada vez que lo veíamos llorábamos, y el árbol más. Así en venganza, soltaba todas las hojas que podía que irremediablemente acababan dentro de la piscina. Mi padre, harto de sacar las hojas del agua, puso delante de la piscina, frente al árbol, tres palitroques (verdes, que para eso somos Valverde), de unos siete metros de altura, con unas redes que impedían (ni de coña) que las hojas fuesen hasta el agua. Por cierto, dónde andarán los palos?
Así podría seguir, pero he pensado en hacer unas fotos a estas "pedradas" y ponerlas en este artículo, si mi padre me lo permite.
Y con esto... corta y empaqueta que tienes cara de galleta!

1 comentario:

  1. Ufff no se que decir Leticia, deseo que solo sea poco acertado en los inventos para el hogar, lo digo porque yo viajo mucho en tren ,-)

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Por si me quieres poner a parir o decirme que te ha encantado, whatever, nunca se sabe.