Tradicionalmente, en mi familia, llegadas las Navidades formamos un grupillo de primas, tías y amigas y vamos al teatro. Como nuestros niños van ya siendo mayorcitos, este año decidimos que nos acompañesen algunos.
El precio de este muciscal a mi me escandalizó a priori, son casi 60€ por entrada, a la sazón, diez mil pesetas de las de antes. Me parecía una barbaridad, tanto más para un niño de seis años.
Ya, nada más empezar, con la escena inicial en el segundo tres, captan tu atención, o roban tus sentidos, de tal manera que a mi me provocó una emoción en el estómago, qeu no es fácil expresar con palabras. Para Luisete, en el silencio escénico que sigue a la canción de entrada, pensar que se había acabado la función le provocó un enfado muy grande. "Mamá, qué poco ha durado, ya nos tenemos que ir?!?" "NO, calla, que ahora sigue..." le dije yo, fascinada tanto por el espectáculo en sí como por la reacción de mi hijo.
Son muy buenos actuando, los enanos.
La historia es muy similar y parecida, incluso en las expresiones, a la de Dibujos Animados de Disney. Eso si, los animales están representados con un arte que no parece al alcance de cualquier persona. Las jirafas, son jirafas, señores que hacen el cuello subidos en zancos! Los elefantes, descomunales, bajan por los pasillos de la platea, a tu lado, y realmente encierran ese halo de fuerza que imaginamos al pensar en ellos...
Veis a los tres señores que llevan a los antílopes?
Rafiki es el hilo conductor de la historia. Muy acertada...
Ver a los pájaros volando y danzando, movidos por bailarines o bailarinas, es una preciosidad.
La música es tocada en directo, por una orquesta con un director con su batuta, cosa que a Luisete le impresionó mucho, pues no le hemos llevado aún a un concierto de música clásica.
Las hienas... lo dejo mejor para que lo descubráis allí.
Son tal y como aparecen en la cinta. Una obra de arte...
Las danzas africanas, son bailadas por lo que parece ser una tribu entera de África, con movimientos exóticos, gritos, saltos... tal y como lo imaginas.
De los protagonistas de la película, los leones, diré que son, para mi gusto, los menos espectaculares. Son similares a personas, pero se entiende que en la búsqueda de la expresión, no podrían ser de otra manera. Simba es un niño muy gracioso y que encarna toda la inocencia que el leoncito posee en la película. Nala es una preciosidad.
El que más me impactó, por la caracterización que le han hecho, es el tío Scar... realmente aterrador y patético. Y Zazú, Zazú es tal y como aparece en la película, sólo que lo mueve un señor con un palo y es tal la magia que le transmite, que le da vida!
Pumba y Timón, claramente, son los más divertidos de la historia. Bueno, quizá las hienas también son muy divertidas, y están hechas con una imaginación... ya sé! Acaba de aparecerme en la mente la idea de a qué me recuerda el montaje! Son los artefactos de Da Vinci! Tienen ese aire mezclado de ingeniería y arte...
En el intermedio, Luisete me dijo: "Mamá, es muy corta!" A lo qeu yo le respondí que sólo era un descanso, y que seguiría. Las personas sentadas en la fila de detrás se levantaron para estirar las piernas, y el niño les dice: "No, si no hay que irse. Mi mamá dice que ahora vuelven a salir!" Se reían. Y claro, a mi me provoca una felicidad inmensa ver a mi hijo tan ilusionado con una representación fuera de una pantalla. Valió la pena el dinero gastado, sin dudar por un segundo.
Tanto es así, que a la salida, Luisete me dijo: "Mamá, qué pena que Jaime no la haya visto..." y ahí es cuando la fastidiamos.
Decidí intentar reunir un grupo, por abaratar el precio, de 20 personas, para ir con Jaime. Como iba a decírselo a los compañeros de Luisete, él también vendría. Y claro, su padre, pues no podía perderse una función que a mi tanto me había conmovido...
Mandé un mail proponiendo una fecha de grupo en Septiembre, en cuanto sacaron a la venta las entradas de dos meses más de actuaciones... y mi sorpresa ha sido grande: Somos ya 60, las personas interesadas en ir! Y muchos de ellos serán niños de cuatro años!
Ya os contaré cómo resulta ver semejante función con treinta niños, quince de ellos de cuatro años.
Las tonterías que hago por mis enanos...
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