Debido a los malos comentarios de una de las profesoras que tuvo mi hijo pequeño a principios de este año (gracias a Dios se fue temporalmente por cuestiones personales y ha sido sustituida por otra hasta final de curso) decidí entrenar (por no decir enseñar) yo misma al niño en casa por la tarde.
Lo cierto es que dedicándole 20 minutos "especiales" desde Enero, se han obrado maravillas en sus notas y en su comportamiento, aunque esto no sé si será achacable a nuestro trabajo en casa o más bien al cambio a una profesora que realmente sabe y acepta lo que es un niño de 4 años...
El caso es que para Enero, Jaime llevaba ya tres o cuatro meses haciendo Smartick, y yo no estaba muy satisfecha, pues a pesar de la insistencia de la plataforma el niño a penas distinguía bien los números más allá del cinco. Me daba la sensación de que no avanzaba.
En esta tesitura, y decidida a demostrar a la mala profesora que nos había tocado en gracia que cualquier niño a esa edad es una esponja con tal de que le enseñen de la forma adecuada, rebusqué entre las cosas que tenía en casa para ponernos manos a la obra.
Rescaté del cuarto de los libros mi vieja cartilla de aprender a leer "AMIGUITOS", que mi madre me había dado como recuerdo hacía unos años. En dos semanas la profesora ya me decía que distinguía perfectamente las vocales, que por fin lo había entendido, tras casi cuatro meses con su anterior profesora... Me callé, claro, y sonreí, ilusionada por lo fácil que había sido ayudar a mi hijo. Siguiendo esta cartilla y no cansándole, pues leemos unas cuatro líneas o cinco al día, no más, ya nos sabemos la m, la t, la n, la ñ, la l, la ll, y estamos en la d. Esto me afianza en la creencia de que los métodos antiguos de aprendizaje de la lectura eran mejores.
El famoso "mi mamá me ama" |
Con lo cual, la evolución del niño que en verdad, para sólo tres meses de trabajo a razón de 20 minutos con él en casa mas los 10 de Smartick, ha sido muy notable.
El número que más le costó reconocer fue, curiosamente, el veinte. El diez es mecánico, el treinta, cuarenta y cincuenta fueron muy fáciles, pues con arrancar con el número primero, unas cuantas repeticiones son suficientes, pero lo de relacionar dos con la veintena ya nos costaba mucho. Así que tras intentar relacionarlo con el verbo ver, y muchas vueltas, un día me vino a la cabeza la idea que hace que ya no se le olvide:
"Jaime, cómo hacen las ovejas?", "beeeeeeee", me dijo muerto de la risa. "Pues bien, este es el veeeeeeeeinte!". Y ya no se le ha vuelto a olvidar. Ahora bien, para él, son el veeeeinte, veeeeeeintiuno, veeeeeintidós, etc, pero eso ya se lo explicaré cuando sea más mayor...
Para que luego nos digan que los niños tienen problemas en el cole... no será que algunas profesoras tienen problemas con su profesión?!?
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